मणिपूर
notita previa para reducir la confusión: el primer tercio ocurre después del cap "pecho", el segundo es general pero hace referencia a mil años atrás en el cap "mejillas", y el tercero ocurre después del cap "pies". ya es todo, disfruten uwu
Tras el término de la celebración de su cumpleaños, coincidente con el Día Blanco, Beomgyu se dirigió hacia su habitación, con prisa. Pero no contaba con que su hermana lo interceptaría en el camino.
— ¿Taehyun? —cuestionó Yena, con los brazos cruzados— Creí que te gustaba Soobin.
Con una risita nerviosa, Beomgyu bajó la mirada. Como Yena realmente podía leerlo muy bien, debía asegurarse de mantener un semblante estable, uno que no denote la parcial mentira que se estaba jugando.
— No, Soobin es sólo un amigo. —aclaró, junto a una sonrisa poco convencida.
— ¿Seguro? —insistió la mayor— Cuando te fuiste con Taehyun lo vi un poco... triste.
El corazón de Beomgyu se estrujó al escucharlo. Pese a que no tenía intenciones de hacerle caso a lo que su destino le pedía con Soobin, no le gustaba escuchar que no se encontraba bien, mucho menos si era en parte culpa suya. Lástima que tenía que mantener una fachada.
— Es amigo de ambos, seguro que está feliz por nosotros.
El rostro de Yena sólo denotaba confusión, pero finalmente alzó los hombros, en un suspiro de derrota.
— Bueno, estás chiquito, tienes tiempo de explorar, de hacer aciertos y de cometer errores.
— Ya comienzas a sonar como mamá...
La hermana mayor abultó los labios y le dio un empujoncito antes de abandonar su habitación, dejando la puerta abierta, como siempre.
Apenas estuvo solo, Beomgyu perdió la sonrisa, pues pudo dejar de actuar. Cerró la puerta de la habitación, pero en vez de abrir los regalos, como hubiese hecho en otra ocasión, optó por pararse frente a su espejo.
El corazón a punto de escaparse de su pecho, llevó una temblorosa mano hacia el borde de su polera, tomando un profundo suspiro antes de levantar la prenda de ropa. Quería ver cómo estaba la mancha de su abdomen, si es que sus excesivas ensoñaciones en su esfuerzo por descifrar cómo se conectaba su poder presente con esos sueños del pasado habían sido acertadas.
Una pequeña sensación de victoria lo llenó al notar que el morado de su marca se había diluido a un color un tanto más suave.
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La primera vez que Beomgyu se había preocupado por la mancha púrpura verdosa en su abdomen coincidió con el día en el que conoció a Soobin.
Previamente, se trataba de una tenue marca de nacimiento que había descansado en su cuerpo desde siempre, una inofensiva casi-transparencia sobre la piel de su pancita. No le tomaba importancia, ya que su mamá le aseguró que siempre había estado allí.
Desde aquel día en el que supo que sus labios eran capaces de sanar las heridas de Soobin, sin embargo, se percató de un importante detalle. Apenas llegó a casa y se desvistió, notó cuán predominante se había tornado esa supuesta marca de nacimiento.
Lucía como un moretón combinando la fase inicial y la fase de cicatrización del golpe. Era un color púrpura mucho más intenso del que había visto antes, con leves tintes de verde espolvoreados por encima. Su tamaño estaba idéntico, pero era el color tan vibrante y vehemente el cual llamaba su atención.
Por supuesto, fue a preguntarle a su mamá, pero no obtuvo una respuesta clara.
Ni siquiera cuando visitó a sus abuelos obtuvo una respuesta para el motivo de la repentina profundidad del color de esa manchita, pero es que no se había dado cuenta de la pista que le dejó su abuela aquella vez en la que le contó la historia de su predestinado.
"No quiero que tengas deudas con el destino".
La intensidad de esos colores parecía variar con el tiempo. Beomgyu no estaba seguro del factor decisivo para ello ni de lo que significaba, pero definitivamente tenía que ver con Soobin.
El día en el que se enteró del trastorno hereditario del que padecía el mayor, ganó una pista clave. Al encerrarse en el baño, cuando también le llovió encima la realización de que estaban conectados más allá de un fijo presente, levantó su camisa y se dio cuenta de lo intenso que estaba el color de la manchita en su abdomen, más que nunca. Pero, ¿por qué?
Entonces, recordó que ese día no había logrado sanar el pequeño golpecito que se había hecho Soobin en la mejilla. ¿Quizás tenía algo que ver con eso?
Su cerebro no daba para tanto, y creía que estaba haciendo conexiones sinsentido.
Sin embargo, la idea de que sus emociones hacia Soobin estaban vinculadas a su marca de nacimiento no resultó una posibilidad tan absurda con lo que sus sueños le comunicaron esa misma noche.
Esas pesadillas pasaron de ser incómodas a alarmantes y terroríficas, de poco en poco distorsionando la forma en la que veía a su supuesto predestinado. Al pasar tiempo con su amigo, destellos de su versión adulta y cruel interrumpían su percepción de tanto en tanto, llevándolo a preferir la evitación.
Creía que al menos su vida diaria estaría libre de interferencias de ese tipo, pero no. Desde que el contenido de sus sueños se había uniformizado, comenzó a escuchar cómo una voz tétrica resonaba en su cabeza, en plena vigilia.
— ¿Ya viste las heridas físicas que tú mismo te causaste?
Trataba de hacerle caso omiso, suponiendo que era parte de su imaginación. Sólo debía dormir más.
— ¿Las viste? —insistía la voz, sin dejarlo tranquilo hasta que respondiera— ¿Ya te diste cuenta del patrón, Beomgyu?
— No me gusta verme así, y mucho menos ver a Soobin así...
— No es mi culpa que ustedes hayan sido así antes, pero no me estás respondiendo.
— ¡No sé! Me vi haciéndome daño en las rodillas, creo que en la garganta cuando perdí la voz, en el pulgar... ¿Es porque son lugares en los que besé a Soobin?
— Tibio. En este caso, el orden de los factores sí altera el producto.
— ¿Qué quiere decir eso?
— Te doy una pista. Ve por Taehyun y fíjate en tu marca.
— ¿Por qué? Ah, quién eres, ¡deja de hablarme!
— Si dejas que tu marca llegue al negro, Soobin verá rojo, y no volveran a encontrarse de nuevo.
Y tan rápido como apareció, la voz se desvaneció. Beomgyu dejó de percibirla, en cambio, sólo escuchó la voz de su mamá llamándolo para cenar.
Su relación con Soobin era compleja, ciertamente especial y única. Lo supo desde un inicio, desde antes que su desarrollo de vida le hiciera saber que lo que sentía por él era más que una simple amistad. Estaban conectados por el destino, pero por un hilo con muchos nudos que ellos mismos debían desenredar para llegar a sanar.
Tenía un conjunto de pistas mágicas: el poder curativo de sus labios, los terroríficos sueños, la marca de nacimiento cambia-color de su abdomen, y ahora también la voz que lo acompañaba en sus peores días. Ahora, ¿qué hacía con ellos?
Tratar de evitarlo, por supuesto.
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Comenzar a salir con Taehyun fue un primer paso para desocupar su mente de la persistencia con la que su vida pasada lo estaba torturando. Siempre le había parecido un chico razonable, con los pies sobre la tierra, lo que lo hacía el blanco perfecto para Beomgyu. Quería que su relación lo ayude a despejar su mente, a centrarse en su presente inmediato y disfrutar de cada momento a su lado, sin aferrarse al pasado ni dar brincos anticipatorios hacia el futuro.
Eso no significaba que dejaría de fijarse en la mancha de su abdomen. Al contrario, desde un inicio estuvo más atento a las señales que su propia piel le quería demostrar.
Mientras menos tiempo pasaba con Soobin y más tiempo pasaba con Taehyun, más se transparentaba aquella marca de nacimiento. Por lo tanto, su idea funcionaba relativamente bien, aunque si le contara su hipótesis a su novio, seguro recibiría una risa burlona como respuesta. Aún así, estaba infaliblemente convencido de que tenía la razón.
El día en el que Soobin estuvo a punto de provocarle un esguince a Taehyun en clase de fútbol, Beomgyu procuró acompañar a su novio desde arriba hasta abajo, sin dejar su lado ni siquiera para ir al baño.
Usualmente no era tan fastidioso con la cercanía, pero ese día le parecía su única alternativa. En la enfermería, había intentado curar el dolor del menor con un besito, pero no surtió efecto alguno, lo que claramente decepcionó a ambos. Taehyun recordaba muy bien aquella vez en la que se encontró con Beomgyu besando el cuello de Soobin, así que estaba consciente de su capacidad curativa.
Ese día, supieron que no era aplicable para cualquiera, ni siquiera si creaban una relación.
Beomgyu trató de explicarse de algún modo, sin disminuir la magia involucrada, pero a Taehyun nada le parecía lógico. Tampoco creía poder contarle sobre todas las señales que había acumulado, o de lo contrario sospecharía aún más, y quizás termine con él por lo fuerte y recurrente que era la presencia de Soobin en sus ensoñaciones.
En cambio, tenía que compensarlo de algún modo para mantenerlo contento y distraído, y lo único que se le ocurrió fue hacerle todos los favores que quisiera, incluyendo cargar su mochila hacia la salida.
— No tienes que hacerlo.
— Quiero. —argumentó el mayor entre ambos, acomodando el asa de las dos mochilas que cargaba— ¿O acaso no quieres que tus papás me conozcan?
Como se dio cuenta de que no convencería a su terco novio, Taehyun le dejó acompañarlo, desde el paradero frente a la escuela hasta su hogar. Eso le permitió a Beomgyu conocer todo el camino a su casa, no muy lejano.
Cuando llegaron al destino indicado, Taehyun estuvo por pedirle su mochila y despedirse, pero Beomgyu tenía otros planes.
— Al menos déjame ver tu pieza. —abultó los labios, desvergonzado— No voy a dejar que cargues tu mochila por todo este trayecto, ¡está muy pesada!
El menor sólo rodó los ojos al dejarlo entrar, riendo un poco por lo sobreprotector que se había puesto. En parte podía culparse a sí mismo y lo mal que reaccionó cuando supo que estuvo a punto de creer que los labios de Beomgyu tenían poderes mágicos de curación.
— Gracias por todo, pero no tienes que preocuparte tanto. —aseguró— estoy bien, no fue-
Antes de que siguiera hablando, Beomgyu le reveló sus sinceras intenciones al tomarlo de la cintura y robarle un beso. A diferencia de los ligeros roces que habían intercambiado antes, este no fue como un display moderado para todo público, así que por suerte los padres de Taehyun no estaban presentes.
Cuando se separaron, el silencio de la sala era cubierto sólo por la agitada respiración de ambos chicos, uno un poco más sorprendido que el otro.
— Te quiero. —sonrió el invitado, antes de relamer sus labios— Y quiero ir al baño, ¿dónde está?
— Yo también, uhm... —rió Taehyun, mucho más tímido que de costumbre— Al fondo a la derecha. —le indicó, tomando distancia, por fin.
Beomgyu le agradeció con un besito más en la mejilla, efectivamente cautivando a su novio, quien no supo muy bien cómo responder. Satisfecho consigo mismo, se dirigió al cuarto que quería, siguiendo las indicaciones.
Una vez que se encerró en el baño, su sonrisa desapareció. En un apuro, se aflojó el cinturón de los pantalones, para jalar las orillas de su camisa fuera de éstos. Al alzar la mirada y fijarse en su abdomen, notando que la marca violeta seguía presente, aunque más leve, terminó por suprimir un grito de frustración.
— Tonta mancha. —protestó entre dientes— ¿Por qué no te vas de una maldita vez?
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